Resumen
En pleno s. XXI las comunicaciones y la tecnología han invadido todo el espacio humano, tanto el público -calles, grandes superficies, centros culturales, escuelas…-, como el privado -família, amigos y el espacio personal-. Estamos, ahora sí, conectados cada día sin descanso. La publicidad, los anuncios, las redes sociales, los e-juegos, los videos en internet, y las tiendas y los aparadores virtuales son solo ejemplos de este nuevo modelo de sociedad -de consumo-. Así, la televisión, la radio y la prensa han dejado paso a nuevos instrumentos de divulgación, controlados por grandes empresas multinacionales y grupos económicos. También, lógicamente, la educación ha tenido que adaptarse ante esta hiperestimulación de información de sonido, imágenes y publicidad. A la vez, la pandemia (COVID 19) en la que estamos inmersos ha acentuado este uso de la tecnología: se ha cambiado espacio y tiempo físico por más espacio y tiempo virtual. En el ámbito educativo, el profesorado, el alumnado y toda la comunidad educativa han tenido que actualizarse a un nuevo modelo de comunicación, en gran medida, virtual que bien probablemente quedará instaurado, si no totalmente, parcialmente. Desde hace ya un tiempo los modelos de centros y universidades a distancia van tomando las riendas y el protagonismo y es fácil deducir que el momento de crisis, les ha favorecido. La dificultad surge ahora, no en el uso de esta tecnología, aplicaciones y programas, sino en su utilización de manera que fomente una educación de calidad, responsable y que se aparte de la aparición de información falsa (Barrón, 2020) -fake news, por cierto cada vez más presente y difícil de detectar (Sousa, 2020)-, sin sentido y orientada al consumismo. Es decir, la pregunta a resolver iría encaminada a cómo se construye una pedagogía humanista en pleno siglo XXI. El objetivo de la aportación pretende, por lo tanto, reflexionar en torno a este buen uso de la tecnología. La metodología para abordar el tema se ha basado en el análisis de fuentes documentales actuales que tratan este nuevo modelo social y educativo. Los resultados permiten detallar que es posible un modelo pedagógico de calidad y que la tecnología es simplemente una herramienta, esto sí, peligrosa si no se cuida. Se proponen también un conjunto de ideas para esta promoción de una educación de calidad, y la formación del docente, como figura entre ambos mundos: el alumnado y la red de internet. Todo ello permite tratar la tecnología como una herramienta eficaz para alcanzar valores y metas humanistas, si se hace una buena canalización. Palabras clave educación, calidad, competencias, tecnología Introducción Los datos estadísticos indican que la informática y las redes de internet han ocupado, además de Catalunya, Espanya, Europa y, en general, el mundo. En 2003, las casas con acceso a internet eran en torno al 28% en España (el 30% en Catalunya) y el 40% en Europa, y a día de hoy los porcentajes superan el 90% (en Catalunya el 96% en 2019)[1]. A la vez, el uso diario de ordenadores e internet es mayor a 5h diarias para más del 90% de la población, en 2019. Y con la crisis actual, a causa de la situación pandémica, la intensidad del elemento virtual ha crecido significativamente. Por lo tanto, hay que convivir con ello, nos guste o no. Es más, el futuro y la realidad podemos decir que son y serán a través de las pantallas. El acceso a internet y a la tecnología será clave para analizar la igualdad social. Y es que si analizamos todo el planeta y observamos la cantidad de poblaciones en riesgo de exclusión social, con bajos recursos, en la pobreza,etc. podemos entender el poder de la información y afirmar que “la disparidad en el acceso a las tecnología es signo de desigualdad social” (Trejo-Quintana, 2020, p. 125) Este panorama implica que ahora el conocimiento y las comunicaciones no pueden hacerse sin los ordenadores, tablets, dispositivos móviles, etc. Y esta conexión permanente transforma al individuo en un ser que vive en su mundo virtual, aunque no nos lo parezca. Por lo tanto, el hecho de estar conectado la mayor parte del día a la red significa que el individuo acaba formando parte de esta red y, es más, cada persona vive en una realidad única que ha sido creada por el propio mundo de las comunicaciones, de los buscadores y de las páginas web, a partir de algoritmos sobre nuestras búsquedas y consumismos; en definitiva, lo que llamamos el big data aparece ahora sí, con toda su imponencia, como un instrumento ideológico del estado (o de la economía) y aceptar la ideología dominante, como diría Althusser (1970). Y está claro que bien tratados estos elementos pueden llegar a mejorar la humanidad e incluso a predecir epidemias (Mayer-Schönberger, Cukier, 2013), pero también hay que ser conscientes del gran control al que estamos sometidos. Pero todo ello, se sugiere que si la información y conocimientos de la red ya nos vienen limitados, sesgados, uniformizados por un gran sistema poderoso de vigilancia (Jordana, 2018), en una idea de Foucault (1993), el usuario percibe e integra una realidad falsa: la realidad que quieren inculcar el poder económico, el político, el empresarial... pero que a la vez está enmascarada con los propios ideales del individuo a través de los datos personales que las redes sociales, las páginas web, los e-sports, los juegos y las app recogen de los usuarios. Todo ello se aleja de un pensamiento crítico y hace de la tecnología una herramienta muy peligrosa si no se es consciente de est cuestión. Por lo tanto, si las propuestas de desescolarización de Illich (1979) o Reimer (1973) se justificaban por este control político-económico pedagógico, parece que los más oportuno seria desconectar de la red. El problema está en que no es viable por las altas pérdidas que supone a nivel de conocimientos, laboral y de relaciones. ¿Como convivir con todo ello? Y en esta idea de convivencia con el mundo virtual, surge una segunda pregunta: ¿Cómo afrontar el reto de la educación? Por lo tanto, cuando el conocimiento ya no pertenece ni al maestro ni a los libros -siempre queda la nostalgia de las bibliotecas físicas, esto sí-, hay el peligro de perder la influencia -el poder- de estos dos elementos: los libros y los docentes. Quizá es lo que tiene que pasar y “lo normal”, pero nos negamos a pensar en la inutilidad del docente y de los centros de enseñanza, y de los libros -aunque estos no pueden defenderse por sí solos-. Pero está claro que si no se cambia el diseño pedagógico-educativo, la labor hasta ahora del docente pierde todo su sentido. El objeto de la presente aportación es, por lo tanto, la tecnología en la educación. Concretamente se pretende analizar la situación actual (virtual) que vive el mundo educativo y se proponen reflexiones para promover un cambio pedagógico con la figura del docente como un guía, un organizador de conocimientos y un creador de cuestiones a resolver. Es evidente que sin un nuevo planteamiento pedagógico, la labor pedagógica pierde su esencia. La metodología se ha basado en el análisis de fuentes documentales actuales que abordan la temática educativa y la tecnología, en especial de un modo crítico-reflexivo. Asimismo, autores de referencia como Althusser o Foucault son figuras que se han tenido en cuenta ya que sus aportaciones son bien pertinentes en pleno siglo XXI. Las conclusiones, a modo de reflexiones siguen la línea de potenciar maestros generadores de conocimientos. Y ello lleva implícito, también que sean cultos y tengan saberes para poder seleccionar bien la (gran) cantidad de (falsa) información. Por lo tanto, la tecnología es simplemente un nuevo modo de relación social y educativa. Y, entre otros, será el profesorado, y también el alumnado, el que le tiene que dar un valor y sentido crítico al proceso educativo. Las tecnologías en la educación Para afrontar el uso de la tecnología en la educación, primeramente tendríamos que pensar en ofrecer una escuela en favor del individuo, y pensar en unas humanidades digitales (González, 2020). Esto implica que las tecnologías tienen que estar relacionadas, también en la sociedad, con este modelo (ético) humano-educativo. Los docentes e individuos tienen que enfrentarse a cuestiones como la adicción a las redes sociales, la peligrosidad de la no intimidad y el acceso a todo un conjunto de información personal. Y todo ello va también relacionado con la cantidad de contenido sexual, la violencia, o las discriminaciones de género, raza o las referidas a diferentes discapacidades que invaden las redes sociales y normalizan conductas intolerantes y no morales. Estas cuestiones son obstáculos que invaden la sociedad y, también, la escuela. El maestro, por lo tanto, tiene a diario que luchar, solo, contra este modo fácil de ver y tratar la realidad. De lo dicho, inferimos que los docentes tendrán que reflexionar en torno a su función educativa. Así, si en mayor o menor medida el profesorado era un transmisor de conocimientos y posteriormente un gestor en el aula en el que ofrecía preguntas, reflexiones, etc., en este nuevo paradigma de exceso de (falsa, mala, errónea…) información, el docente tendrá que ser, además de transmisor de saberes, gestor y formulador de preguntas, un evaluador, y un filtro para el alumnado que aun no sabe discernir las verdades y mentiras en la red. Por lo tanto, tanto la cultura y los saberes intelectuales como la búsqueda de la verdad serán características para el profesorado del s. XXI. Ya no es eficaz el proponer simples aprendizajes basados en proyectos o en la investigación-acción sin unos conocimientos mínimos, como a menudo sucede. Ahora se necesita un filtro y es la figura del maestro la principal para averiguar si la aportación de información por parte de los alumnes es verdadera, fiable, relevante, etc. Se hace necesario revisar, así, la formación del futuro profesor ya en la universidad (Carro, 2000), y su posterior actualización, tanto intelectual como en un sentido crítico, para evitar clases sin contenido, solo vestidas de metodologías, pantallas, proyectos, app, juguetes y colores. Incluso la educación primaria y secundaria, obligatorias, tienen que replantearse y buscar un camino que potencie alumnos formados, tanto académicamente, como moralmente. El docente es así la pieza esencial y básica (Carr, Kemmis, 1988; Pascual, 2002) para un futuro social humano y culto. Y es evidente que con una formación docente se potenciará una pedagogía en favor de ciudadanos más educados y, en definitiva, ello se relacionará con conseguir una futura sociedad más culta y humana. La tecnología y la cantidad de información habrá que tratarlos a fondo (Garcés, 2019), y pueden ser positivos si están bien canalizados. Aunque, en caso negativo y como a menudo sucede, el ser humano va directo al abismo de los poderes económicos y el consumismo (Brasó, Garcia, 2020). Solo hacer falta analizar muchas conductas, modos de actuar y aficiones de la juventud (y de los adultos), que están relacionadas con el consumismo fácil de la red, con una conducta basada únicamente con la aceptación (y prestigio) social y que a menudo exponen su ser (íntimo), sus intereses… para ser evaluados valorados y validados. Y esta aceptación social queda marcada en la red con la cantidad de “likes” (Romero, Campos, Gómez, 2019) y tener una mayor aceptación social. Pero todo ello es solo un instrumento para seguir guiando la población hacia los intereses del capitalismo liberal. Se crea así un falso mundo que es utilizado para generar nuevas propuestas de consumismo (físico y virtual) para el usuario. Y no solo nos referimos al hecho de comprar, sino tambien al modo de relacionarnos o al modo de actuar en el día a día. Asimismo, todas estas cuestiones tienen que convivir con un marco normativo-curricular, que a menudo no responde a las expectativas de la sociedad ni a las necesidades del alumnado. Y es que la maquinaria del sistema público es, evidentemente, lenta y tiene dificultades de adaptación eficiente. Es decir, los planes, currículum, normativas no pueden competir ni estar al día, a causa de la velocidad de cambio de la sociedad, de la información, de la tecnología y del ciudadano. Por lo tanto, proponer un modelo pedagógico crítico, también es dificultoso. Como consecuencia, la función docente tendrá que hacer un esfuerzo para equilibrar todas estas variables, ahora en un modelo competencial, pero bien entendido. Se propone, así, un sistema que permita formar al alumnado a través de problemáticas reales y lo convierta en un ciudadano comprometido con el mundo, con esta visión crítica y sensible. Así, los trabajos por proyectos, la investigación-acción, las clases invertidas, el aprendizaje servicio, las gamificaciones (Brasó, 2018a; Brasó, Torrebadella, 2017) y todos los posibles recursos y metodologías tienen que hacer frente, primero a esta normativa curricular obligatoria y, segundo, a ofrecer una calidad educativa en un mundo virtual con alta cantidad de información falsa o poco relevante. Por todo ello, es evidente que la función docente como un simple promotor de preguntas y reflexiones no es válida (Brasó, Torrebadella, 2018); tendrá que ser también un intelectual, un humanista, como en el pasado (Brasó, 2018b). Es más, será perjudicial si no lo es, en la línea que no afrontará seguramente problemas verdaderos, visiones incómodas e imposibilitará un conocimiento verdadero. Es por lo tanto clave analizar la posibilidad de que los medios de comunicación sean aliados para un buen proceso de enseñanza y aprendizaje. Y será una ardúa tarea a causa del uso de la tecnología y las redes por parte de la juventud, y también de los adultos, y también por la gran cantidad de información existente sesgada e incluso errónea. Podemos decir que la función del maestro será buscar esta alfabetización mediática y digital (Trejo-Quintana, 2020, p. 127). Por todo ello, que la escuela integre la tecnología en su máxima eficiencia, supone cuestionar la función social de los centros hasta ahora y, por lo tanto, también habrá que poner en el punto de mira y debatir en torno a la funcionalidad de docentes y maestros. Quizá, la escuela presencial y la no presencial podrían convivir conjuntamente; quizá sería la opción más razonable y en favor de una educación de calidad: utilizar ambos modelos, para beneficiarse de lo mejor de cada uno de estos. Y es que: “la escuela física no se reemplaza automáticamente con la escuela a distancia, porque la didáctica no se reduce a la tecnología, ni la pedagogía a usar internet. Son dos modalidades con lógicas y funcionamientos propios” (Trejo-Quintana, 2020, 126). Pero lo que está claro es que el docente será la figura esencial para ofrecer una educación de calidad que relacione el ámbito tecnológico y el conocimiento en la red, con el trabajo en el aula, un trabajo, por cierto que tiene que ser insustituible por ninguna aplicación, ni dispositivo móvil, ni por el conocimiento en sí en internet. Y es que el aula tiene que ofrecer un nuevo espacio, diferente que de un valor añadido a la educación (presencial). Como consecuencia, conseguir una educación con estas características será sinónimo de ofrecer un modelo competencial en el buen sentido del término (Arderiu, Brasó, 2019a, 2019b; Escriu, Arderiu, Brasó, 2020). A modo de conclusión La educación, igual que la sociedad, está cambiando rápidamente. Las nuevas tecnologías requieren nuevos enfoques educativos. El papel del docente será clave para hacer frente a este nuevo mundo virtual que la situación de pandemia ha acelerado aún más. Será básico promover una docencia que aporte un valor añadido a la simple transmisión de conocimientos, disponibles en gran cantidad, en las redes sociales e internet y mostrados de manera de mayor calidad, muchas veces, que las aportaciones docentes. Asimismo, las metodologías activas tendrán que sustentarse en una base de conocimientos por parte del docente, para poder, así, orientar y seleccionar la gran cantidad de (falsa) información. Por lo tanto, reivindicamos un nuevo rol del docente que, además de tener conocimientos, en una sociedad que los menosprecia, tenga también la capacidad para organizarlos, y proponer nuevos retos que permitan hacer una sociedad mejor y promuevan una ciudadanía más rica, culta y, en definitiva, crítica. La dificultad docente radicará también en la gran influencia que tienen en el individuo las comunicaciones y la información que percibe, a partir del procesamiento informático de sus propios intereses y el poder del big-data. Habrá que enfrentarse a este hecho y cambiar el paradigma. La posibilidad de que el docente se vea como un modelo y un ejemplo a seguir es un aspecto válido y que podría aportar numerosos beneficios en favor de una educación (tecnológica) crítica. Si el maestro sabe afrontar estos retos, además de los nuevos que, de bien seguro surgirán, podremos afirmar que el trabajo educativo de calidad y con una inclusión competencial real estará, de momento, garantizado. Referencias Althusser, L. (1970) Ideología y aparatos ideológicos del estados. Colombia: Quinto Sol. Arderiu, M.; Brasó, J. (2019a). La formación del profesorado: Programar por competencias a partir de casos reales. Propuesta para el ámbito de la educación física.IRED. International Conference of Research in Education, 4-5 nov, 2019. Barcelona: Universidad de Barcelona, p. 40-48. Arderiu M.; Brasó, J. (2019b). La FP dual intensiva en el CFGS de enseñanza y animación sociodeportiva: un posible modelo de éxito. IRED. 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AuthorMeritxell Arderiu Antonell &
Jordi Brasó Rius Universitat de Barcelona ArchivesCategories |